No hay muerto malo ni novia fea, dice la sabiduría popular. E igual cosa ocurre con los bebés, a los que casi siempre saludamos con un "¡qué lindo!" Lo de piropear muchas veces empieza cuando los bebés nacen, pero parece no parar nunca. No había reparado en esto hasta el otro día en que le decían a mi hija que estaba linda. El cumplido venía con mucho cariño de quién lo hacía, pero también venía con un mensaje oculto para ella: es importante ser linda.

Es difícil cambiar un gesto indudablemente cariñoso, por algo menos ligado a la apariencia física, sobre todo si es algo tan arraigado en nuestra cultura. Pero a los niños les va calando el mensaje de que deben verse bien, que deben ser reconocidos por su buen aspecto. Sin quererlo estamos llenando de "likes" a nuestros pequeños, y aquellos que no los reciben tanto comienzan a pensar que están por debajo de sus amiguitos, primos, compañeros o hermanos.

Tengo dos hijas y hay veces en que le hacen este cumplido a una y a la otra no. O se lo dicen con más énfasis o con mayor frecuencia a una, y a la otra no. Más de una vez les he escuchado decir: "mi hermana es más linda que yo..." Apenas tienen dos y cuatro años, pero su autoestima ya está en formación, y cosas como estas refuerzan a debilitan la imagen que ellas tienen de sí mismas. En casa hemos optado por reforzar otros aspectos con comentarios como: "qué idea tan original", "qué creativo tu dibujo", "qué divertida", "qué generosa", "qué buena memoria", “qué alto saltaste”, “qué fuerte eres”.

Cuando te encuentres la próxima vez con el hijo de un conocido, puedes hacer el ejercicio de conversar con el niño, preguntándole cómo está, contándole cómo conoces a sus padres, o hablarle de algo cotidiano o divertido que te acaba de ocurrir. Pero que no implique un cumplido, pues en ese caso lo mejor que puedes esperar es un recibir un "gracias". En el caso de la conversación se generará una interacción que puede resultar más ligera y auténtica para ambos.